domingo, 14 de septiembre de 2014

Identidad de consumo

Hay tanto de lo que deseo hablar,
sentarme, escribir y luego callar,
veo el mundo de a poco desmoronar,
caer en pedazos más y más,
mientras todo se torna superficial.

Vaya donde vaya todo es red social,
todos conectados al celular,
¿Cuál es ahora la realidad?

Vamos perdiendo identidad,
poco a poco somos uno más,
que se pierde detrás
de lo que se quiere proyectar
y buscando singularidad
enloquecemos añorando destacar.

Ahora todo es muy normal,
tu piel puedes tatuar,
tu cabello maltratar,
tu cuerpo mutilar,
o vestimenta nueva usar,
buscando desencajar,
pero así te vuelves uno más,
porque todos ahora hacen igual.

Somos una masa y nada más,
la cual fácilmente pueden controlar,
con esa idea de modernidad,
la clave está en la diversidad,
tu mismo te disfrazas:
marca registrada de tu propiedad.

Tienes tanto que mostrar,
muchísimo que opinar,
pero ya no hay profundidad,
sólo te tratas de reinventar,
frente a un montón de muchos más,
que al igual que tú, perdieron su identidad.

Todo se puede negociar,
te ciegan con mil fantasías sobre amar,
de esa forma sólo sientes inconformidad,
al no encontrar lo que buscas en los demás,
que sólo es un cuento irreal,
desdichado buscas ese hueco llenar,
te vuelves superficial,
es más difícil amar que comprar.

Te volviste un producto más,
de este falso bienestar,
mentiras sin rastros de verdad,
ni la espiritualidad ahora es real,
porque tu dios se vende hasta en el mall.

Y es esta sociedad,
que con su máscara de comunidad,
la que te incita a disfrutar,
estando coludida con el banco mundial.

Todo tu ser se puede comprar,
porque tus ideales son una moda más,
que al buscarlos expresar,
tienes un precio que pagar,
porque hay monedas por detrás,
cuando obtuviste la bandera para luchar,
con ese logo pro animal,
o a favor de la homosexualidad.

Tu alma en cuotas venderás,
porque temes morir de forma prematura,
permites que por partes sea arrebatada,
con el veneno de cada mañana
y tu imagen reflejada
en la mentira consumada
de cada una de tus palabras,
que insinúan la añoranza
de una vida renovada,
mientras mantienes tu rutina,
con odio y sin hacer nada.