lunes, 4 de diciembre de 2017

Consciente y subconscientemente retorno a unos cuantos años atrás. Se vienen a mi cabeza una y otra vez aquellos recuerdos. Difícilmente lo hago con cariño, con mucha dificultad se enternece mi corazón cuando regreso a ellos. Al contrario, siento un agujero, siento algo en mi pecho, aquel dolor que me consumía, a dos años aun duele. ¿Cómo vivía así? Si ahora lo recuerdo con dolor, en aquellos momentos ¿Cómo podía sentir que eso podía ser vivir? No, no lo hacía. Sabía que me destruía, que estaba en el fondo, quería salir, pero no podía. Estaba atrapada. 
No sé si lo había bloqueado, pero al hablar de ellos, al recordarlo, al analizarlo mucho más y darme cuenta de tantas cosas a las que fui ciega vuelvo a vivir este dolor, esa angustia aun sigue. Aun recuerdo esa reacción involuntaria en que se me aceleraba el corazón, tiritaban mis manos, se me hacía este agujero y me consumía tanto dolor, casi con desesperación. Aun sigue, aun está aquí. 
¿Cómo sanar tanto? ¿Cómo es posible que alguien destruya tanto?
De cierta forma lo odio, sí, cómo no voy a hacerlo, sería imposible. Pero sé que es ahogarse en más veneno y no, no lo necesito. No quiero que me siga consumiendo. Sobre todo cuando ya no me importa, cuando su vida me es indiferente.
Ahora lo comprendo mejor, siento mucha pena y me acojo, me acojo a mí misma, a la de ahora y la de ayer. Nunca más me dejaré sola como aquella vez, nunca más. Me abrazo ahora. Abrazo mis heridas. Ese odio se transforma en amor a mí. Ahora debo sanarme, reconstruirme y usar todo ese amor y pasión que descubrí aun existía en mi. 
Amor, sólo eso necesitaba y ahora lo reconozco en mí.