Era un día nublado. No comprendía por qué este tipo de clima le atraía tanto, ni mucho menos por qué los días que suelen deprimir a la mayoría de la gente a ella le alegraban.
Estaba sentada justo enfrente de sus recuerdos. Las extrañas sensaciones que habían florecido nuevamente la tenían al borde de las lágrimas. Realmente no sentía ganas de llorar y muchos menos de lamentarse acerca de su pasado, pero ese leve sentimiento, esa pequeña lágrima que quería escapar a la libertad estaba comenzando a despertar una serie de arrepentimientos.
Ya nada era lo mismo. Simplemente ya no sabía quien era y que quería. Solo veía las hojas caer.
Cerró los ojos lentamente y se dejó arrastrar por unos segundos. Sentía como si estuviera balanciandose debilmente sobre un columpio, sentía una calma inexorable.
Por unos segundos dejó de ser ella para volver a reencontrarse. Definitivamente su mundo ya no era el mismo. Esta vez estaba segura que no tenía un rumbo fijo.
El destino ya no existía y lo tenía asumido.
Tal vez un día, algún noble día, llegue a su vida y le enseñe nuevamente lo que es sonreír.
Siempre estaría a la expectativa de que un nuevo camino la alcanzaría.
Algún día su vida no volvería a ser la misma. Hasta ese día esperaría y sabía que algo nuevo ocurriría.
"Hasta entonces" le decía tranquilamente al pequeño paisaje en frente de ella. Tenía más que claro que algún día se volverían a encontrar.
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